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última vez la lista de compras. Un cambio sutil en las vibraciones de la nave le
indicó que estaban entrando en órbita, el crucero rápido Ariel atracaría en la
estación Fell en una hora.
La consola acababa de extraer el disco de datos completos de pedidos de
armas cuando sonó el timbre de la puerta y se oyó una voz en el comunicador:
-¿Almirante Naismith?
-Adelante. -Miles sacó el disco y se reclinó en la silla.
El capitán Thorne lo saludó de forma amistosa.
-Atracaremos en treinta minutos, señor.
-Gracias, Bel.
Bel Thorne, comandante del Ariel, era un hermafrodita de Beta,
hombre/mujer descendiente de siglos de experimentos genéticos sociales que,
por lo menos en opinión de Miles, habían sido tan extraños como lo que se
decía que se hacía por dinero en las oficinas de los cirujanos sin ética de la
Casa Ryoval. Esfuerzo marginal del igualitarismo de los betanos, esa vez fuera
de control, el hermafroditismo no había prendido en general y los
descendientes de los primeros idealistas eran una minoría en la colonia Beta,
siempre muy tolerante. Y había algunos pocos vagabundos como Bel. Como
oficial mercenario, Thorne era concienzudo, leal y agresivo y a Miles le gustaba
ella -él-, eso -los betanos usaban mucho el pronombre neutro-. Y sin
embargo...
Miles olía el perfume floral de Bel desde donde estaba. Ese día, Bel
acentuaba su lado femenino. Durante los cinco días de viaje lo había ido
exagerando cada vez más. Por lo general, usaba un estilo ambiguo tirando a
masculino, el cabello castaño cortado a navaja, rasgos imberbes
contrarrestados por el uniforme militar gris y blanco de Dendarii, gestos
enérgicos y un humor mordaz. A Miles le preocupaba mucho ver cómo Bel se
suavizaba poco a poco en su presencia.
Se volvió hacia la pantalla de holovídeo de la consola de su ordenador y
pidió la imagen del planeta al que se aproximaban. A distancia, Jackson's
Whole parecía bastante recatado, montañoso, frío -el populoso ecuador era
sólo templado-, rodeado en el vídeo por una red de encaje formada por las
estrellas coloreadas de los satélites, las estaciones orbitales de transbordo y
los vectores de aproximación autorizados.
-¿Has estado aquí alguna vez, Bel?
-Sí, cuando era teniente en la flota del almirante Oser -contestó el
mercenario-. Ahora hay un nuevo barón en la Casa Fell. Siguen teniendo buena
reputación con las armas, siempre que uno sepa lo que compra. Aléjate de la
venta de granadas de mano neutrónicas.
-¡Eh! Eso es para los que tienen buenos brazos. No te preocupes. Las
granadas de mano neutrónicas no están en la lista. -Le pasó el disco con los
datos.
Bel se acercó y se reclinó sobre el respaldo de la silla de Miles para cogerlo.
-¿Doy permiso a la tripulación, mientras esperamos que los esbirros del
barón carguen la compra? ¿Y tú? Había un hotelito cerca del muelle, con todas
las comodidades, piscina, sauna, comida excelente... -Bel bajó un poco la voz-.
Podría pedir una habitación para dos...
-Pensaba dar sólo pases para el día. -Miles se aclaró la garganta.
Obviamente.
-Pero también soy una mujer -señaló Bel en un murmullo.
-Entre otras cosas.
-Eres tan heterosexual, Miles. No tienes remedio.
-Lo lamento. -Miles dio una palmadita a la mano que se había posado sobre
su hombro.
Bel suspiro y se enderezó.
-Yo también.
Miles suspiró. Tal vez hubiera debido ser más enfático en sus rechazos: ésta
era sólo la séptima vez en que había hablado del asunto con Bel. Era ya casi
un rito, y casi, pero no del todo, una broma. Tenía que admitir que Bel era o
muy optimista o muy duro de mollera... o, pensó Miles con honestidad,
realmente lo quería. Si se daba la vuelta en ese momento, lo sabía, tal vez
podría sorprender una soledad esencial en los ojos del hermafrodita, una
soledad que nunca llegaba a los labios. No se volvió.
Y ¿quién podía juzgar a quién?, reflexionó después con tristeza, ¿él, con
cuerpo que le daba tan poca alegría ¿Qué veía de atractivo Bel, saludable y
con un cuerpo de altura normal aunque tuviera genitales extraños, en un
hombre bajo, medio lisiado y loco por lo menos la mitad del tiempo? Miró el
uniforme gris de oficial de Dendatii que llevaba. El uniforme que se había
ganado. Si no puedes medir un metro ochenta, debes tener una inteligencia de
un metro ochenta. Pero hasta el momento, su inteligencia no le había dado una
solución al problema de Thorne.
-¿Has pensado alguna vez en volver a la colonia Beta y buscar a alguien
que sea como tú? -le preguntó.
Thorne se encogió de hombros.
-Demasiado aburrido. Por eso me fui. Es tan seguro, tan estrecho...
-Un lugar excelente para criar hijos. -Miles esbozó una sonrisa. Thorne
también.
-Exacto. ¿Sabes que eres un betano perfecto? Casi. Tienes el mismo
acento, humor...
Miles se puso a la defensiva.
-¿Y dónde fallo?
Thorne le rozó la mejilla. Miles se apartó, con brusquedad.
-Reflejos -dijo Thorne.
-¡Ah!
-No pienso traicionarte.
-Lo sé.
Bel se inclinaba hacia él de nuevo.
-Podríamos pulir ese punto...
-No importa -dijo Miles, y enrojeció un poco-. Ahora tenemos una misión.
-Inventario -soltó Thorne con sorna.
-Ésa no es la misión -protestó Miles-. Ésa es la tapadera.
-Ajá. -Thorne se enderezó-. Por fin.
-¿Por fin?
-No hace falta ser un genio. Vinimos a recoger un pedido, pero en lugar de
traer la nave de mayor capacidad de carga, elegiste la más rápida de la flota, el
Ariel. No hay rutina más monótona que la del inventario, pero en lugar de
enviar a un comisario competente, prefieres supervisarlo en persona.
-En realidad, quiero contactar con el nuevo barón Fell -contestó Miles sin
darle importancia- La Casa Fell es la mayor proveedora de armas de este lado
de la colonia Beta y no es quisquillosa en cuanto a la identidad de sus clientes.
Si me gusta la calidad de la primera compra, podría convertirla en nuestra
proveedora habitual.
-Una cuarta parte de las armas de Fell son de fabricación betana, con otra
marca -señaló Thorne- Ajá de nuevo.
-Y mientras estamos aquí -continuó Miles-, se va a presentar un cierto [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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