[ Pobierz całość w formacie PDF ]
si es que no quiere aquí seguirme pronto, 57 tanto, que, rodeado por la nieve, no deje la victoria al de Novara, 59 que no sería fácil de otro modo.» 60 Después de alzar un pie para girarse, estas palabras díjome Mahoma; luego al marcharse lo fijó en la tierra. 63 Otro, con la garganta perforada, cortada la nariz hasta las cejas, que una oreja tenía solamente, 66 con los otros quedó, maravillado, y antes que los demás, abrió el gaznate, que era por fuera rojo por completo; 69 y dijo: «Oh tú a quien culpa no condena y a quien yo he visto en la tierra latina, si mucha semejanza no me engaña, 72 acuérdate de Pier de Medicina, 73 si es que vuelves a ver el dulce llano, que de Vercelli a Marcabó desciende. 75 Y haz saber a los dos grandes de Fano, 76 a maese Guido y a maese Angiolello, que, si no es vana aquí la profecía, 78 arrojados serán de su bajel, y agarrotados cerca de Cattolica, por traición de tirano fementido. 81 Entre la isla de Chipre y de Mallorca no vio nunca Neptuno tal engaño, no de piratas, no de gente argólica. 84 Aquel traidor que ve con sólo uno, y manda en el país que uno a mi lado quisiera estar ayuno de haber visto, 87 ha de hacerles venir a una entrevista; luego hará tal, que al viento de Focara no necesitarán preces ni votos.» 90 Y yo le dije: «Muéstrame y declara, si quieres que yo lleve tus noticias, quién es el de visita tan amarga.» 93 Puso entonces la mano en la mejilla de un compañero, y abrióle la boca, gritando: «Es éste, pero ya no habla; 96 éste, exiliado, sembraba la duda, 97 diciendo a César que el que está ya listo siempre con daño el esperar soporta.» 99 ¡Oh cuán acobardado parecía, con la lengua cortada en la garganta, Curión que en el hablar fue tan osado! 102 Y uno, con una y otra mano mochas, que alzaba al aire oscuro los muñones, tal que la sangre le ensuciaba el rostro, 105 gritó: «Te acordarás también del Mosca, 106 que dijo: Lo empezado fin requiere , que fue mala simiente a los toscanos.» 108 Y yo le dije: «Y muerte de tu raza.» 109 Y él, dolor a dolor acumulado, se fue como persona triste y loca. 111 Mas yo quedé para mirar el grupo, y vi una cosa que me diera miedo, sin más pruebas, contarla solamente, 114 si no me asegurase la conciencia, esa amiga que al hombre fortifica en la confianza de sentirse pura. 117 Yo vi de cierto, y parece que aún vea, un busto sin cabeza andar lo mismo que iban los otros del rebaño triste; 120 la testa trunca agarraba del pelo, cual un farol llevándola en la mano; y nos miraba, y «¡Ay de mí!» decía. 123 De sí se hacía a sí mismo lucerna, y había dos en uno y uno en dos: cómo es posible sabe Quien tal manda. 126 Cuando llegado hubo al pie del puente, alzó el brazo con toda la cabeza, para decir de cerca sus palabras, 129 que fueron: «Mira mi pena tan cruda tú que, inspirando vas viendo a los muertos; mira si alguna hay grande como es ésta. 132 Y para que de mí noticia lleves sabrás que soy Bertrand de Born, aquel 134 que diera al joven rey malos consejos. 135 Yo hice al padre y al hijo enemistarse: Aquitael no hizo más de Absalón 137 y de David con perversas punzadas: 138 Y como gente unida así he partido, partido llevo mi cerebro, ¡ay triste!, de su principio que está en este tronco. 141 Y en mí se cumple la contrapartida.» CANTO XXIX La mucha gente y las diversas plagas, tanto habian mis ojos embriagado, que quedarse llorando deseaban; 3 mas Virgilio me dijo: «¿En qué te fijas? ¿Por qué tu vista se detiene ahora tras de las tristes sombras mutiladas? 6 Tú no lo hiciste así en las otras bolsas; piensa, si enumerarlas crees posible, que millas veintidós el valle abarca. 9 Y bajo nuestros pies ya está la luna: Del tiempo concedido queda poco, y aún nos falta por ver lo que no has visto.» 12 «Si tú hubieras sabido -le repuse- la razón por la cual miraba, acaso me hubieses permitido detenerme.» 15 Ya se marchaba, y yo detrás de él, mi guía, respondiendo a su pregunta y añadiéndole: «Dentro de la cueva, 18 donde los ojos tan atento puse, creo que un alma de mi sangre llora la culpa que tan caro allí se paga.» 21 Dijo el maestro entonces: «No entretengas de aquí adelante en ello el pensamiento: piensa otra cosa, y él allá se quede; 24 que yo le he visto al pie del puentecillo señalarte, con dedo amenazante, y llamarlo escuché Geri del Bello. 27 Tan distraído tú estabas entonces con el que tuvo Altaforte a su mando, 29 que se fue porque tú no le atendías.» 30 «Oh guía mío, la violenta muerte que aún no le ha vengado -yo repuse- ninguno que comparta su vergüenza, 33 hácele desdeñoso; y sin hablarme se ha marchado, del modo que imagino; con él por esto he sido más piadoso.» 36 Conversamos así hasta el primer sitio que desde el risco el otro valle muestra, si hubiese allí más luz, todo hasta el fondo. 39 Cuando estuvimos ya en el postrer claustro de Malasbolsas, y que sus profesos a nuestra vista aparecer podían, 42 lamentos saeteáronme diversos, que herrados de piedad dardos tenían; y me tapé por ello los oídos. 45 Como el dolor, si con los hospitales de Valdiquiana entre junio y septiembre, los males de Maremma y de Cerdeña, 48 en una fosa juntos estuvieran, tal era aquí; y tal hedor desprendía, como suele venir de miembros muertos. 51 Descendimos por la última ribera del largo escollo, a la siniestra mano; y entonces pude ver más claramente 54 allí hacia el fondo, donde la ministra del alto Sir, infafble justicia, castiga al falseador que aquí condena. 57 Yo no creo que ver mayor tristeza en Egina pudiera el pueblo enfermo, 59 [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ] |